Hoy en día vivimos entre los impactos de tendencias permanentes en cualquier campo. Una de ellas, conectada directamente con el entorno educativo y comúnmente difundida, es la capacidad de desaprender. ¿Alguien ha tenido la oportunidad de intentar este reto? Puede llegar a ser una experiencia increíble partiendo de la propia reflexión, de tal manera que cada persona se ubica en el centro de este proceso. El individuo es, por tanto, esencial, yendo más allá del concepto de aprendizaje tradicional para situar al estudiante en el centro, o lo que es lo mismo: Student-centered learning.

El desaprendizaje e impulso del rol de estudiante conectan con la idea de cambio, y para cambiar algo debes hacer algo diferente. Es muy fácil de entender, pero no tan sencillo de desarrollar. Entonces, vamos a repensar la educación para aplicar el Design thinking o viceversa, y conseguir un aprendizaje transformador en el último paso, sin olvidar que el trabajo del día a día es crucial. ¿Por qué? Simplemente porque el esfuerzo diario incluye habilidades intangibles o no suficientemente ponderadas hasta ahora y conocidas estos días como ‘soft’ (en oposición a ‘hard’, conocimiento), tales como empatía, resiliencia, confianza y comunicación. Pueden ayudar a cualquiera a hacer frente a situaciones diferentes en cualquier lugar y momento. Y una forma fundamental de implementarlas en el desarrollo de cualquier persona es el Design Thinking, principalmente a través del pensamiento crítico y la creatividad.

Un entorno creativo es clave en este proceso para estimular el flujo de experimentación. Y experimentar significa probar y equivocarse, cuestionarse planteamientos y arriesgar, crear… Esto nos acerca a un aprendizaje experimental, es decir, al aprehendizaje, a percibir, a desarrollar un pensamiento crítico y, en definitiva, esto es lo opuesto a la cultura de aprendizaje antigua y pasiva porque el estudiante se ubica en el centro del proceso. Podría ser cómo nos comportamos en la vida, ¿verdad? Pero lo antiguo no está siempre desfasado; lo antiguo significa oportunidad en este contexto porque nos brinda la oportunidad de aprovechar los valores del humanismo para evitar ser deshumanizados por la tecnología imperante. La consecuencia podría ser una sociedad que rechazaríamos solo porque no podríamos reconocernos como seres humanos, aunque la buena noticia es que estamos a tiempo para evitarlo. ¿Cómo? Promoviendo el pensamiento crítico entre los estudiantes para discernir qué es falso y qué cierto en las redes sociales, los ejes sobre los que gravitan las sociedades en la actualidad.

Así como las redes sociales están modelando nuestras vidas en mayor o menor medida, es también cierto que la pandemia de COVID-19 es y será parte de nosotros para siempre. Su irrupción ha acelerado el desarrollo de muchas empresas o ha ejercido una presión sobre ellas para superar situaciones en permanente cambio, además de la aparición de problemas. Por ello, el dinamismo y flexibilidad van de la mano más que nunca en este escenario sin precedente para aportar estabilidad, y el talento es la forma para aplicar ambos. La capacidad o la velocidad de asignar talento a las oportunidades podría impulsar a cualquier persona a alcanzar resultados de la manera más efectiva posible. En otras palabras, es clave que todo el mundo sea parte de grupos donde sus habilidades son requeridas para desarrollar actividades específicas.

Por lo tanto, un nuevo paradigma para la educación y el consiguiente desarrollo profesional no está de camino, está ya aquí para crear valor. El rol del Design Thinking es mejorar la capacidad de aprendizaje de los estudiantes para guiarles -prácticamente de una manera creativa- a ser pensadores críticos y reflexivos. Esto, en estos tiempos donde proliferan las tendencias y los influentes, parece altamente relevante. Es una de las razones por las que merece la pena repensar la educación.

 

Por Alejandro Rodríguez López